Bajo el ensordecedor ruido del silencio
En una charla con mi corazón
Envenenado con mi propio desprecio.
En la eterna compañía de mi soledad,
No anhelando ninguna otra compañía
Contemplando lo sublime de mi realidad
Y regocijado en mi propia egolatría.
Lo efímero de mi existencia
Y Lo terrenal de mi ser
Llegas a enseñarme
Que con un poco de paciencia
Dejaré de ser un ser.
Antonio Carlos Vargas Ortiz